El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (Reseña)
El cierre de la trilogía más épica del celuloide está de aniversario y regresa a las salas de cine.
El Señor de los Anillos representa la cúspide cinematográfica si de fantasía hablamos. Hace veintidós años llegó una tercia de películas que logró lo impensable: introducirnos a la Tierra Media y sorprender a la audiencia con una trilogía que renombraría la palabra épica para el cine. Los libros del autor JRR Tolkien fueron adaptados después de numerosos intentos por llevarla a la pantalla grande y el resultado dejó sorprendido a más de uno, lo que sentaría un precedente para el género y la industria del entretenimiento con novedosos efectos visuales propios del inicio de un milenio innovador.
La Comunidad del Anillo (2001); Las Dos Torres (2002) y El Retorno del Rey (2003) conforman la trilogía de los anillos y para celebrar el veinte aniversario de la conclusión de esta travesía, la tercera cinta se reestrenó en las salas de cine mexicanas y con ello, un ticket de vuelta a las tierras de los hombres del oeste.

Previamente en 2021 estas películas tuvieron su reestreno en los complejos nacionales debido al veinte aniversario de la Comunidad, incluso llegándose a estrenar en gran formato IMAX por primera vez. En esta ocasión solo el Retorno tiene su proyección en salas tradicionales por tiempo limitado.
Es muy probable que mucho o todo ya se haya dicho de esta cinta, como la hazaña de ostentar 11 Premios de la Academia incluido Mejor Película o el despunte que significó para su director y elenco, o el éxito de recaudar más de un billón de dólares en taquilla. Desde cualquier mirada El Retorno del Rey fue un éxito, sin olvidar las alabanzas de la crítica especializada que la situaban como uno de los mejores desenlaces en la historia del cine y junto a esta aseveración, el título de una de las mejores trilogías del séptimo arte.

Para aquellos que aún no han visionado esta trilogía, ahora es el momento perfecto para darle una oportunidad a la Tierra Media, ver las dos primeras en casa y la tercera en cines, y para esos fans de hueso colorado o partidarios de este universo es la oportunidad perfecta de revivir la culminación del viaje por la destrucción del Anillo Único a Mordor.
Frodo (Elijah Wood) y Sam (Sean Astin) están en el último tramo de su empresa hacia las Puertas Negras y el Monte del Destino, guiados por Gollum (Andy Serkis) con el objetivo de extinguir el anillo y dar por terminado el reinado de terror de Sauron. En paralelo, la comunidad cuenta con la misión, después de librar la batalla del Abismo de Helm, de proteger ahora a Gondor y su principal ciudad Minas Tirith del inminente ataque del ejército de Sauron, pues la batalla final por la Tierra Media está por llegar.

Si se resalta uno de los incontables aspectos sobresalientes de esta tercera entrega, es la magnitud con la que se determina por dar el cierre necesario a cada uno de los personajes y a la épica aventura que representa El Señor de los Anillos. En Las Dos Torres fuimos testigos de lo que Peter Jackson logró con una secuencia perfecta como lo fue la batalla del abismo, y redobla esfuerzos por sorprender aún más al espectador.
Con más duración (desafortunadamente no se proyectó la versión extendida) ahora de 201 minutos, más sets impresionantes, más batallas brutales y emotividad a flor de piel es como se desarrolla esta entrega, siempre de la mano de la ya memorable partitura de Howard Shore para acompañar cada secuencia y escena, destacando los asombrosos paisajes de Nueva Zelanda o simplemente cualquier momento de la narrativa.

Bien lo dijo Peter Jackson en el marco del veinte aniversario de la Comunidad y es que estas historias no solo se quedaron en un nivel fantástico, épico y asombroso de forma técnica, sino que encontró el recoveco para ser una historia con personajes y elementos totalmente humanos, lo que hizo ser única e irrepetible. Al trasladarlo al impacto que dejó en más de una generación de cinéfilos se condensa en esa conexión emocional con los personajes que simplemente le dan una profundidad e identificación palpable.
No hay personaje que no lleve consigo una evolución y desarrollo entrañable, ya que desde los miembros de la comunidad, hasta todos los aliados y antagonistas presentes en las tres películas tienen un lugar imprescindible para la historia, cada uno tiene un trazo relevante en su arco narrativo para ser completado en este final.

Personajes como Theóden (Bernard Hill), en su brutal grito de guerra exigiendo muerte sin cesar en la marcha de los Rohirrim, por citar un ejemplo, es donde vemos brillar a los histriones que dieron vida a tan entrañables figuras. El desenlace en el propio monte del destino con Sam cargando a Frodo hasta el volcán, es otro evento en que somos testigos de lo poderosa que logra ser una narrativa y una perfecta dirección de actores.
Si esto no fuera suficiente, transformar completamente una en ese entonces desconocida Nueva Zelanda en el cine a un universo de orcos, magos, elfos, enanos y hobbits es un logro como ningún otro, al realizar una simbiosis de efectos digitales con efectos prácticos, utilizando maquetas, maquillaje y un equipo de prostéticos impresionante que hipnotizó a la audiencia en esta tierra fantástica.

Es cierto que las versiones extendidas brindan una visión más amplia a estas películas. Sin embargo sus cortes cinematográficos exponen de forma más directa el desarrollo de la trama. Aunque una vez que se miran los cortes con metraje adicional, es innegable que regresar a los cortes de cine resulta difícil por la cantidad de momentos importantes que se omiten en el montaje.
Pero que esto no sea un impedimento para disfrutar de una de las mejores películas que el cine ha creado. De revisitar Bolsón Cerrado, los magníficos paisajes de Rohan o Gondor, la ciudad tan despampanante de Minas Tirith o la belleza de Rivendel. Nunca será suficiente de El Señor de los Anillos así que preparen su pan de lembas, porque es hora de regresar a la Tierra Media una vez más.