«La puerta al infierno: Guimoon» (Reseña)

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Guimoon abre la puerta a los muertos en un opaco intento por generar terror genuino.

En japonés, Guimoon es la puerta que abre los caminos entre vivos y muertos. Es ese preciso momento donde la línea entre ambos se desdibuja y podemos entrar al mismo inframundo, pero por otro lado, ellos también pueden atravesar la barrera hacia nuestro mundo. Guimoon sucede en la noche de año viejo en Japón, y si existe algún espíritu deambulando que esté atrapado entre los dos mundos, es posible que con ayuda logre cruzar al terreno espiritual para descansar en paz, o si es un espíritu maligno lleno de violencia, puede ser expulsado al infierno para no regresar jamás.

Dentro del cine nipón el género de terror ha encontrado su espacio con cintas transgresoras y verdaderamente terroríficas. Existen muchas propuestas, y cintas como La Maldición (Takashi Shimizu, 2002) y El Aro  (Hideo Nakata, 1998) colocaron en el mapa al país de Asia oriental y esto hizo que el mundo volteara a ver a las películas que se hacían en Japón. Posteriormente estas cintas tendrían sus propias versiones americanas y con ello la popularidad del país del sol naciente cobraría más relevancia. Décadas han pasado desde esa época y el género sigue vigente tanto en aquellas tierras, como en este lado del globo terráqueo.

La puerta al infierno: Guimoon (Sim Deok-Geun, 2021) es la nueva apuesta nipona que llega a las salas de proyección y pretende aterrar al espectador de forma genuina. En ella encontramos un misterio encapsulado en un centro comunitario donde tuvo lugar un asesinato masivo años atrás y Do-Jin (Kang-woo Kim), investigador de lo paranormal se determina a terminar el trabajo de su madre que le costó la vida, al intentar hacer un exorcismo y desterrar al espíritu maligno que yace en los pasillos de la construcción.

Esta misión la llevará a cabo Do-Jin precisamente en la noche de año viejo cuando Guimoon le muestre la puerta hacia el mundo de los muertos. De forma paralela, tres jóvenes estudiantes quedarán atrapados en el edificio en un intento por ganar un concurso académico, que involucra obtener evidencia de actividad paranormal en las instalaciones.

Con estos elementos Guimoon tenía todo para lograr ser una sólida película del género, porque desde los primeros minutos, se comienza a explicar lo que esta puerta significa y deja todo listo para que inicie el misterio paranormal, pero es en cuanto ingresamos al embrujado edificio que la cinta adolece de una atmósfera efectiva.

Abordar el principal problema de esta puerta al infierno recae directamente en su cinematografía. Es cierto que el miedo a lo desconocido o lo que no se ve es una herramienta infalible para provocar terror, pero si es usada de buena forma. Contrario a este principio, en la cinta la oscuridad se apodera por completo de la pantalla, y sin hacer un manejo efectivo de contrastes, se pierde el interés por saber lo que está pasando. Existe un puñado de sustos que sí logran saltar de la butaca por momentos, pero si no se ve ni siquiera a los propios personajes, el terror queda incompleto.

Situar la mayor parte de la historia en un edificio sin luz y que transita por distintas épocas se pudo aprovechar mejor, esto debido a que se abarcan los años en que ocurrieron los asesinatos en 1990, también el año en que quedan atrapados los estudiantes en 1996 y el momento en que Do-Jin entra al centro comunitario. Cada línea temporal es relativamente fácil de identificar, en eso no comete errores la producción al instante de entrelazar los tiempos, pero de haber hecho más énfasis en el autor detrás de la locura de la masacre, el impacto habría quedado más redondo.

Do-Jin carga con el pasado de su madre, desea darle el descanso que su alma merece y hacer frente a este mal. El personaje de investigador queda en lo superficial, porque las decisiones que toma le resta credibilidad a sus acciones y su respectivo desenlace, se resumen en un intento fallido. De los demás personajes no hay provecho que sacar, todos quedan en piezas unidimensionales sin trasfondo suficiente. En contraparte el mal de la cinta, se intenta jugar con la perspectiva de su identidad hasta conocer su verdad, que por momentos parece más un muerto viviente que un fantasma en sí.

La puerta al infierno de Guimoon no se posiciona como la película más terrorífica de los últimos años, flaquea en mantener el interés en el espectador con miedo e intriga a causa de su pésima fotografía y convenciones del género. Si se entra a la sala con la idea de pasar un corto lapso de tiempo (tan solo 85 minutos) en una cinta que cuenta con unos cuantos jump scares sin mayor pretensión, considero se puede disfrutar en una decente medida.

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